La acción climática debe estar por encima de la política
Las numerosas elecciones de este año, entre ellas la acalorada carrera presidencial estadounidense, han desviado la atención de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Bakú. Pero los líderes mundiales deben seguir centrándose en combatir la crisis climática y acelerar la transición verde, tanto en las economías desarrolladas como en desarrollo.
BAKÚ. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año (COP29) en Bakú se está llevando a cabo en un contexto geopolítico complejo. Además de los cambios en las alianzas estratégicas, las tensiones comerciales y los conflictos, el “año de las elecciones” ha dado paso a un periodo de retórica política acalorada y cambios de gobierno.
Pero esto no debe distraernos del estado actual del planeta y de la economía real. Los efectos y los costos del cambio climático aumentan. Los fenómenos meteorológicos extremos, desde huracanes en el Caribe hasta inundaciones catastróficas en Europa y sequías en el Amazonas, se están volviendo más frecuentes e intensos, aumentando el riesgo de inestabilidad financiera, especialmente en los países más vulnerables y altamente endeudados del mundo.
Al mismo tiempo, ya está en marcha una revolución energética: el despliegue de las energías renovables crece de manera exponencial, y la inversión anual en fuentes de energía limpia ya supera con creces a la de los combustibles fósiles. Los ciudadanos y las empresas también se están volviendo cada vez más conscientes de la necesidad de invertir en la adaptación al cambio climático. La encuesta climática más reciente del Grupo del Banco Europeo de Inversiones arroja que el 95% de los españoles respaldan medidas para reforzar la acción climática.
Asimismo, el crecimiento económico se está desacoplando rápidamente de las emisiones de dióxido de carbono, debido a los avances y a la innovación en tecnologías de generación y eficiencia de energías limpias que ayudan a combatir el cambio climático y fomentar la competencia. La Unión Europea ha sido pionera en esta materia, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en más de una tercera parte desde 1990, periodo en el cual su economía creció el 68 por ciento. La Agencia Internacional de la Energía pronostica que las energías renovables cubrirán casi la mitad de la demanda mundial de electricidad para 2030. Las emisiones de la UE, Estados Unidos y la mayoría de las economías avanzadas están disminuyendo a pesar del crecimiento de su producción económica, mientras que en China pueden alcanzar un pico este año, mucho antes de lo esperado.
Después de años de advertencias y llamamientos a la acción, por fin, hay señales de que la transición verde se ha puesto en marcha. La razón es simple: la energía limpia hoy es más barata y más eficiente que los combustibles fósiles, en gran medida debido a una mejora del almacenamiento en baterías. Como resultado de ello, lo que debemos hacer por nuestro planeta hoy también es lo más inteligente que podemos hacer por nuestras economías. Cada dólar invertido en adaptación y resiliencia climáticas puede ahorrar entre 5 y 7 dólares en costes de futuras catástrofes, por no mencionar las insalvables pérdidas humanas.
La mayoría de las empresas son plenamente conscientes de ello. Alrededor del 60% de las más de 12,000 empresas en toda la UE y Estados Unidos encuestadas por el Grupo del BEI están invirtiendo en la transición verde, mientras que el 90% han tomado medidas para reducir las emisiones de GEI. Reducir los residuos, bajar los costes y fomentar la resiliencia tiene sentido desde un punto de vista económico.
En el Grupo del BEI, dedicamos más de la mitad de nuestros préstamos anuales, casi 50,000 millones de euros– casi 50,000 millones de euros por año– a proyectos que aceleran la transición verde en Europa y fuera de ella. Invertir en resiliencia y adaptación al cambio climático a nivel nacional protege nuestra infraestructura, nuestra agricultura y nuestros medios de subsistencia, y permite una recuperación robusta y rápida de las catástrofes, como las inundaciones en Europa central y en España.
Pero para que la transición sea exitosa tiene que ser rápida y justa, garantizando que nadie quede rezagado. Los países en desarrollo y los hogares de bajos ingresos son más vulnerables a los peligros del calentamiento global y al impacto distributivo de las políticas de transición verde, ya que las tecnologías emergentes alteran a las industrias tradicionales y a los modelos de negocios establecidos. El BEI, por lo tanto, está incrementando su cuota de inversiones verdes fuera de la UE, al apoyar a los pequeños estados insulares en primera línea frente al cambio climático, financiando infraestructura resiliente en todo el mundo y fomentando el mercado global de bonos verdes.
Los bancos multilaterales de desarrollo han tomado la iniciativa en este frente, al invertir la cifra récord de 125,000 millones de dólares en proyectos verdes en 2023, y duplicando la cantidad de financiación del sector privado movilizada en comparación con 2022. Además de superar nuestras promesas, nos comprometemos a trabajar juntos para seguir movilizando financiación para el clima en los próximos años. La cooperación mundial es la única manera de impulsar una transformación a escala planetaria. La transición verde está en marcha, en parte gracias a nuestros esfuerzos mancomunados. Pero debemos mantener el rumbo, y aprovechar los foros internacionales y los marcos de toma de decisiones existentes para encontrar soluciones beneficiosas para todos que refuercen la seguridad, la estabilidad y el bienestar de todos los países.
FUENTE: EL ECONOMISTA